Recopilación de testimonios de ancianos sobre el uso de las plantas en las zonas rurales durante el siglo XX. Estos relatos son específicos de una cultura local y forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI).
Recopilación de testimonios de ancianos sobre el uso de las plantas en las zonas rurales durante el siglo XX. Estos relatos son específicos de una cultura local y forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI).
Educación medioambiental, cohesión social
Conservatoire des Légumes Anciens du Béarn
Organización no gubernamental
2013
● 3bis Route du Bois, 64510 ASSAT, Francia
El proyecto del huerto se puso en marcha en 2013 para apoyar la formación de adultos en procesos de reinserción y deseosos de trabajar en el ámbito de la horticultura. A finales de 2014, basándose en el trabajo realizado, la asociación decidió hacer de este huerto mixto (es decir, donde conviven arbustos, flores, plantas medicinales y hortalizas) también un espacio de divulgación para las escuelas y el público en general. En 2019, CLAB sensibilizó a casi 4.000 personas sobre la importancia de proteger la diversidad vegetal a través de sus actividades de conservación de semillas tradicionales locales. De las cinco personas que pusieron en marcha el proyecto en 2013, CLAB se ha convertido en una asociación con 386 miembros, incluidos 30 voluntarios activos. La asociación organiza regularmente diversos actos y cursos de formación in situ y forma parte de otros proyectos, como el proyecto internacional Gardeniser, financiado por Erasmus+. Además, produce sus propios productos a partir de lo cultivado en el huerto, que se venden en su propia tienda del recinto. Entre las muchas actividades de la asociación, me parece relevante el objetivo de preservar la biodiversidad del jardín de conservación, en el que las especies locales tradicionales ocupan el lugar principal.
El CLAB conserva semillas antiguas, las reproduce y las difunde por todo el territorio gracias a la venta directa de plantas que no están disponibles en el mercado, como el tomate «Maite», una especie que pertenecía a la familia de su presidente desde hace generaciones. Su actividad contribuye a contrarrestar la expropiación del patrimonio de semillas, que hoy se ha convertido más bien en un monopolio de unas pocas multinacionales agroquímicas. Una expropiación que tiene consecuencias nefastas: las especies cultivadas disminuyen, los agricultores están cada vez más atados a grandes y pequeñas empresas para su compra.
Además, la expansión mundial de la agricultura industrial ha erosionado la biodiversidad. Las «variedades locales», en particular, se han visto perjudicadas. La pérdida de biodiversidad afecta a la propagación de enfermedades de las plantas, a la calidad nutricional y al aumento de la resistencia a la crisis climática. Estas son las motivaciones para la creación del CLAB.
El gran trabajo realizado por el CLAB podría evolucionar hacia un centro de intercambio de semillas de variedades locales. Con ello se conseguirían múltiples fines sociales y comunitarios como la autoorganización, el desarrollo de la responsabilidad colectiva en la gestión de las semillas que la propia comunidad necesita, en una relación de intercambio con otras experiencias similares de la zona.
Favorecer el retorno del intercambio de semillas como práctica consuetudinaria en la cultura y la economía rural de semillas es, sin duda, un elemento que remite a la autoproducción de alimentos y, por tanto, a la subsistencia.
A través de esta práctica, el CLAB también pretende promover el acceso de todos al conocimiento del huerto y a la historia de la cultura del huerto y de las hortalizas, centrándose en la región del Béarn.
Uno de los objetivos a largo plazo es aumentar el conocimiento y la concienciación de todas las personas que lo visiten, y contribuir a una sociedad inclusiva en conexión con un movimiento social más amplio interesado en prácticas para mantener la biodiversidad y construir la soberanía alimentaria. Se crea así un espacio comunitario colectivo, ya que las semillas tradicionales no pueden ser mantenidas por una sola persona, sino que deben intercambiarse.
Es una domesticación colectiva, a menudo transgeneracional… Es la expresión de un patrimonio social y de un saber hacer. Preservar una semilla significa también recuperar la cultura local relacionada con ella y devolverle un lugar y un sentido en la vida actual.
«Los lazos que unen a las plantas y al hombre son inseparables: los han alimentado, vestido, cuidado, envenenado….. Han permitido fabricar herramientas, objetos de mimbre o instrumentos musicales. Todas estas historias forman parte de nuestro patrimonio cultural y deben ser accesibles a todos».
Conservación e intercambio de semillas y plantas procedentes de sedes tradicionales
Para reproducir con éxito el banco de semillas, he aquí algunos pasos que pueden seguirse:
En estos momentos estamos trabajando en la plataforma formativa GARDENISER ACADEMY, un espacio diseñado para ofrecer formación gratuita a hortelanos y hortelanas de toda Europa.
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